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Leer más24-09-2024
El río Amazonas, conocido como el pulmón del mundo, enfrenta una de las sequías más severas de su historia. Millones de personas que dependen de sus aguas para sobrevivir ven comprometidos sus medios de vida, donde la desesperanza está en cada paso que dan, al ver como su fuente de agua, alimentos y demás agoniza. El ecosistema, hogar de innumerables especies, está al borde del colapso, afectando no solo a la biodiversidad local, sino al equilibrio climático global.
La causa de esta crisis no es solo un fenómeno natural. El cambio climático, impulsado por las actividades humanas, ha intensificado la frecuencia y severidad de estos eventos. La deforestación masiva y la degradación ambiental en la región están agravando la situación, acelerando la pérdida de recursos.
La sequía agravada por el calentamiento global y la deforestación, ha generado grandes incendios forestales que han hecho que el aire sea peligroso para millones de personas, incluidas algunas comunidades indígenas, y al mismo tiempo han secado ríos importantes a un ritmo récord.
“Ahora solo hay tierra donde solía haber un río”, afirmó Ruth Martins, de 50 años, una líder de Boca do Mamirauá, una pequeña comunidad ribereña en la Amazonía. “Nunca hemos experimentado una sequía como esta”.
Estudios recientes han mostrado que el cambio climático, la deforestación y los incendios han hecho que a la Amazonía le cueste más recuperarse de las graves sequías.
La sequía que atraviesa la región amazónica ha provocado estragos no solo en las comunidades humanas, sino también en la abundante vida silvestre que depende de sus ríos y lagos. Entre las víctimas más visibles de esta crisis ambiental se encuentran los delfines rosados (Inia geoffrensis), una especie icónica de la cuenca del Amazonas que ahora enfrenta una tumba.
En la última semana, se han descubierto más cuerpos de estos mamíferos, elevando la cifra total de delfines muertos a 153 desde que los primeros cuerpos fueron recuperados el 23 de septiembre.
El calentamiento de las aguas reduce los niveles de oxígeno en los cuerpos de agua, lo que asfixia a los delfines y otras especies acuáticas. Esta situación es devastadora no solo para los delfines, sino para el frágil equilibrio ecológico de la región.
La drástica reducción de los niveles de agua en ríos y lagos de la Amazonía brasileña está limitando severamente la navegación de barcos y botes, que representan el principal medio de transporte en la región.
Para muchas comunidades, especialmente las más aisladas, estas vías fluviales no solo son esenciales para el comercio y el abastecimiento, sino también su única conexión con servicios fundamentales como escuelas y centros de salud. Esta interrupción en el transporte agrava aún más la crisis humanitaria, dejando a miles de personas sin acceso a atención médica, educación y alimento.
Según las proyecciones, la falta de lluvias y el descenso crítico en los niveles de agua de ríos y lagos podrían afectar gravemente a alrededor de 500000 personas para finales de octubre, poniendo en riesgo el acceso a recursos esenciales como agua potable y alimentos.
Uno de los grupos más afectados por la crisis serán los niños. Al menos 20000 menores podrían perder el acceso a la educación, ya que las escuelas en estas áreas dependen de la navegación fluvial para el transporte de estudiantes, maestros y materiales.
Esta sequía, impulsada por fenómenos climáticos extremos como El Niño y agravada por los efectos del cambio climático, es un claro recordatorio de la vulnerabilidad de la naturaleza ante la implacable destrucción que los seres humanos estamos causando y ya la región amazónica está mostando los efectos.
Este es un llamdo de atención sin precedentes, para que nos podamos unir y no sólo actuar en los efectos de la sequía sino también en las causas, mismas que no son enteramente por fenómenos naturales, sino que el calentamiento global también es parte de los detractores de la sequía de este afluente que es sinónimo de vida para la diversidad de la fauna y también para la población.